miércoles, 29 de septiembre de 2010

"Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil", capítulo III de la encíclica Caritas in Veritate

Os quiero presentar algunas de las ideas principales del tercer capítulo de la encíclica Caritas in Veritate del Papa Benedicto XVI, "FRATERNIDAD, DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIEDAD CIVIL", por si os puede ser útil para su lectura, reflexión y discusión. Las negritas son mías.
34. La Caridad en la Verdad pone al hombre ante la experiencia del DON porque el hombre está hecho para el DON. Así, resulta innegable la dimensión transcendente del hombre, y por ello afirmamos que el hombre es capaz -gracias a sus facultades de conocer y de amar- de asumir lo que está más allá de su humana condición material, a saber, lo divino.
Cuando el hombre se cree su propio autor (de su vida y de su Sociedad) cae en un profundo ERROR, fruto de una razón cegada por el egoísmo, la autosuficiencia y el orgullo de querer ser principio y fundamento de sí mismo.
Ante este error la Doctrina Social de la Iglesia ofrece una SOLUCIÓN: el hombre no puede ignorar que posee una naturaleza herida, inclinada al mal (mysterium iniquitatis), porque en su defecto le conducirá a errar gravemente en el dominio de la Educación, la Política, la Acción Social -en la que se incluye la Economía- y las costumbres (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica n. 407).
Al hilo de esta argumentación el Papa Juan Pablo II nos enseña que el hombre es creado para la libertad, aunque lleve dentro de sí la herida del pecado que lo empuja hacia el mal y hace que necesite la redención. Cuando los hombres se creen en posesión de la organización social perfecta que hace imposible el mal, piensan que pueden usar todos los medios -incluso la violencia o la mentira- para realizarla. Así, la política se convierte en una religión secular, que cree ilusoriamente e ilusamente que puede construir el paraíso en este mundo. De ahí que cualquier sociedad política, que tiene su autonomía y sus leyes, nunca podrá confundirse con el Reino de Dios (cfr. Centesimus annus n. 25).
La actividad económica ha sucumbido ante los paradigmas de la autosuficiencia y el egoísmo. El hecho de que el hombre se crea autosuficiente y capaz de eliminar el mal de la Historia por sí mismo le ha inducido a confundir la felicidad y la salvación con las formas inmanentes del bienestar material y la actuación social que recuerdan al PELAGIANISMO.
Ante esta situación la Caridad en la Verdad se nutre de la ESPERANZA, que sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad humana. La Esperanza aparece ante nosotros como DON -absolutamente gratuito-, que irrumpe en nuestra vida como "algo" que no nos es debido pero que se nos regala. Así, el DON supera todo merito humano porque lo que caracteriza a todo DON es sobreabundar la naturaleza humana.
Tanto la Verdad como la Caridad son DONES que nos superan y que nos son dados. En todo proceso cognitivo, la Verdad no es producida por nosotros sino que se encuentra o se recibe. La Verdad es la adecuación de nuestro entendimiento con la realidad, por lo que al identificarse nuestra inteligencia -en el acto de conocer- con la realidad, la Verdad aparece ante nosotros esperando ser recibida. El verbo griego "aletheo" significa "desvelar", del que deriva el de "verdad" ("aletheia"), de tal manera que la verdad sería la acción de correr el velo que la realidad posee ante los ojos de aquel que no utiliza su razón para interpretarla y conocerla. Heidegger está convencido de que la verdad consiste en el desvelamiento del ser, por lo que el hombre está vocado a descubrir la verdad del ser que se le impone y a pastorear su realidad. Del mismo modo la Caridad, el Amor, es un DON de tal fuerza que se nos "impone", siendonos dado gratuitamente.
Así, la Caridad en la Verdad es una fuerza que funda la comunidad humana, que para que sea plenamente fraterna precisa nacer del Dios-Amor que convoca a dicha unidad. Para evitar caer en desordenes, el desarrollo económico, social y político de la comunidad humana necesita dar espacio en sus actividades al PRINCIPIO DE GRATUIDAD, como expresión de la fraternidad que debe reinar en la comunidad humana global.
35. El MERCADO es la institución económica que permite el encuentro de personas para intercambiar bienes y servicios. El MERCADO se encuentra regulado por la Justicia Conmutativa, que establece la relación entre el DAR y el RECIBIR.
La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña, además, de la necesidad de la Justicia Distributiva y Social para que, en el contexto del MERCADO, se alcance también el BIEN COMÚN -y no sólo el Bien General-. Porque sin formas internas de Solidaridad y confianza recíproca, el MERCADO no puede cumplir su función económica ni social. Ni que decir tiene que en la actualidad -a raíz de la crisis económica mundial- esa confianza no existe.
36. La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales. LA ECONOMÍA NO ES FUENTE DE SALVACIÓN. La Economía está ordenada hacia la obtención del BIEN COMÚN cuando está diseñada por una responsable actividad política. De manera que separar la gestión económica de la acción política provoca inequívocamente desequilibrios que desordenan la distribución de la riqueza en favor de unos pocos.
Con todo, la Iglesia afirma que la actividad económica no es antisocial. Pero, sí deja claro, que el MERCADO no debe convertirse -aunque guste a algunos- en un ámbito donde se avasalle al más débil. Así, los instrumentos de la Economía son mal usados cuando quien los gestiona solamente tienen referencias egoístas y autosuficientes, convirtiendo los medios de intercambio social y económicos en perniciosos.
La ECONOMÍA, como el resto de actos humanos, DEBE SER ARTICULADA ÉTICAMENTE. No se pueden olvidar los principios de la Ética Social en las actividades económicas fundamentadas por el PRINCIPIO DE GRATUIDAD -nexo de fraternidad con la comunidad humana-, y por la lógica del DON -que se basa en lo dado gratuitamente, en lo regalado-. Así, la PERSONA se erige como CATEGORÍA ECONÓMICA.

37. La Doctrina Social de la Iglesia enseña que la Justicia afecta a todas las fases de la actividad económica. De manera que toda decisión económica tiene consecuencia de carácter moral.

La vida económica tiene necesidad del CONTRATO para regular las relaciones de intercambio. Y, además, necesita de Leyes justas, de formas de redistribución guiadas por la política, y de obras caracterizadas por el espíritu del DON.
38. El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, señalaba la necesidad de la construcción de un sistema económico basado en tres paradigmas: el MERCADO, el ESTADO y la SOCIEDAD CIVIL. Siendo en la Sociedad Civil el ámbito más adecuado para que se manifieste naturalmente la ECONOMÍA DE LA GRATUIDAD Y DE LA FRATERNIDAD (cfr. Centesimus annus n. 25).
La Economía Global necesita del respeto a la reciprocidad fraterna y de la solidaridad -donde todos se sientan responsables de todos-. No es posible substituir la solidaridad -necesaria en toda la articulación del sistema económico-por una subsidiariedad exclusiva del Estado, en la que el Estado determine qué es y qué no es solidario.
39. Las estructuras económicas precisan de una apertura progresiva en las formas de sus actividades económicas caracterizadas por la GRATUIDAD y por el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad humana (la COMUNIÓN). Tanto el MERCADO como la POLÍTICA tienen necesidad de PERSONAS abiertas a la lógica del DON.
40. Se requieren profundos cambios en el modo de entender la empresa, en el que impere el concepto de "RESPONSABILIDAD SOCIAL", fundamentada en la GRATUIDAD y la FRATERNIDAD (la lógica del DON).
41. La iniciativa empresarial y, especialmente, la autoridad política ha de disponerse al servicio del BIEN COMÚN nacional y mundial, permitiendo, al tiempo, que se manifieste la dimensión laboral de cada hombre en la que "todo trabajador es un creador" (Pablo VI, Populorum progressio n. 27).
La ayuda internacional ha de estar orientada para que todos los países gocen de un sistema constitucional, jurídico y administrativo justo: REFORZANDO EL ESTADO DE DERECHO. Así articulado la autoridad política se encauzará hacia la auténtica globalización económica.
42. La GLOBALIZACIÓN posee un nivel socio-económico pero también existe un grado cultural. Se corre el riesgo de entenderla de manera determinista, perdiéndose los criterios para valorarla y orientala. La verdad de la globalización como criterio ético fundamental viene dada por la unidad de la familia humana y su crecimiento por el BIEN COMÚN.
La GLOBALIZACIÓN ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria, PERO si se gestiona conforme a los criterios del egoísmo y de la autosuficiencia incrementará la pobreza y la desigualdad actual.
En Santander, a 29 de septiembre de 2010.