domingo, 8 de noviembre de 2009

"Para hacerse cruces". Nacho Uría

La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de retirar los crucifijos de las aulas nos ha dejado perplejos a más de uno. ¿Es posible renegar del símbolo que fundameta y da sentido a nuestra Civilización Occidental? El Profesor de la Universidad de Navarra Nacho Uría es uno de ellos. En el post que a continuación os "cuelgo" os lo demuestra, ¿quedaréis vosotros tan omnubilados como él? ¡Espero tus comentarios!:


"El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declara que el crucifijo atenta contra la libertad religiosa. Según la sentencia, mantener los símbolos religiosos en las escuelas conculca "los derechos fundamentales de igualdad y libertad de conciencia". Pues muy bien. Perfecto.

El problema es que ahora me asedian las dudas y espero que los magistrados de Estrasburgo me las aclaren:
1. ¿Cómo llamaremos a partir de ahora a Santa Cruz de Tenerife?
2. ¿Va a desaparecer la Cruz Roja o por ser roja la mantemos?
3. ¿Se borrará la cruz de San Jorge del escudo del Barça?
4. ¿Qué hacemos con Penélope Cruz -se admiten sugerencias-?
5. ¿Y con los humoristas Cruz y Raya?
6. ¿Jurarán los ministros sus cargos delante de un cuadro de Voltaire y un ejemplar de El País, diario global en español?
7. ¿Podrá mi cuñada seguir haciendo punto de cruz?
8. ¿Y qué hago yo con mis discos de Celia Cruz?
9. ¿Se prohibirá echar las monedas a cara o cruz?
10. Y, sobre todo, ¿podrán los ingleses y los suecos y los escoceses y los noruegos y los daneses y los suizos y los finlandeses y los malteses y los griegos y los georgianos y los asturianos -todos ellos europeos- sacar sus banderas a la calle? Porque todas tienen la cruz, ya lo siento, como símbolo nacional.

Los jueces de Estrasburgo no han aclarado todas estas preguntas y se han limitado a decir que la cruz es una agresión para todo el que no sea cristiano. A continuación, se han ido a dormir tan tranquilos. Luego dicen que es Václav Klaus, el presidente checo, el que ataca a Europa.

La cuestión del crucifijo en la escuela se ha planteado ya varios países. La que más claro ha hablado es la judicatura italiana, que ha considerado el crucifijo como "una síntesis, inmediatamente perceptible y aceptable, de los valores civilmente relevantes, valores sobre los que se sostiene e inspira nuestro orden constitucional, fundamento de nuestra convivencia civil (...) Valores que han impregnado nuestras tradiciones, el modo de vida, la cultura del pueblo italiano". Por eso van a recurrir la sentencia.

La Cruz sigue siendo escándalo para los judíos y locura para los gentiles, como dice san Pablo en su primera Carta a los Corintios.

Sin embargo, en Occidente el crucifijo tiene dos sentidos incuestionables: para los cristianos es símbolo de amor sin límites, entrega, generosidad, apertura. Para el no creyente es -debiera ser- un símbolo omnipresente en la historia y en la cultura, un signo que ha configurado el mundo en el que vivimos y que ha contribuido decisivamente a los valores que sostienen la democracia.

Nadie niega que puedan existir países en los que el crucifijo no exprese una herencia y una orientación moral común, porque la presencia cristiana no ha marcado su historia. Sin embargo, en otros -como España, como Europa- el crucifijo es una luz que puede ser reconocida tanto por creyentes como no creyentes, punto de referencia esencial del tejido ético-cultural compartido por la mayoría de la sociedad.

Toda la cultura occidental (la Filosofía, la Política, la Ciencia y el Derecho) hunde sus raíces en la concepción de Dios y del hombre que representa de manera suprema el crucifijo. Es precisamente esa concepción la que está en la raíz de la laicidad, que sólo ha podido desarrollarse en este sustrato.

En el libro Dios salve la razón (Ediciones Encuentro), el filósofo ateo Gustavo Bueno explica por qué el Dios de los cristianos ha salvado a la razón humana de sus diversos delirios a lo largo de la historia y hasta qué punto tiene sentido decir que la seguirá salvando en un futuro inquietante. Para Bueno, que es/era un filósofo marxista, la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos es una muestra de la debilidad intelectual de la cultura postcristiana.

A partir de ahora, para muchos escolares de la más que nunca vieja y decadente Europa el crucifijo empezará a ser un gran desconocido, un signo opaco e incomprensible. Pero esa ignorancia no saldrá gratis, sino que vendrá acompañada de una tremenda pérdida, para ellos y para toda la sociedad porque la supresión de los crucifijos -ya sea por sentencia judicial o por cojones- significa el empeño de vaciar a una sociedad de su sustancia, de provocar una ruptura con su Historia y de excluir a los creyentes de la vida pública.

Conmigo que no cuenten. Más bien lo contrario". Nacho Uría.

En Barcelona, a 8 de noviembre de 2009.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este blogger, Uria, es muy sugerente. Tiene cosas muy buenas en www.nachouria.com y creo que merece un link permanente en esta web de blogs COPE