
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura,
da lágrimas al fuego, y voz al viento.
Pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepoltura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano se divide atento.
De piedra es hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.
Mas no es de piedra, no, que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.
Francisco de Quevedo
2 comentarios:
Gracias Alfredo, bonita poesía.
Gracias Alfonso, por tu comentario,
Ciertamente su lectura nos puede llevar a dar el salto inmortal que sólo el lenguaje poético nos permite.
Un saludo,
Alfredo Alonso
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