lunes, 20 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XIX). Caridad para la solidaridad

Caridad para solidaridad. Estas palabras sintetizan perfectamente el fragmento que os presento hoy de la exhortación de Juan Pablo II Christifideles Laici, sobre la misión de los laicos en la Vida Pública (1988).

¿Acaso podríamos ser solidarios con nuestro prójimo si no somos capaces de entregarnos a él (esto es caridad)? Al analizar humanamente el significado de caridad nos encontramos con una realidad necesaria e inherente al hombre: el Amor (con mayúsculas). Porque el hombre necesita amar y ser amado. El Amor es causa primera de su felicidad. El Amor es causa primera de su realización como hombre. El hombre que ama (y en este caso, el hombre que es solidario, con lo que ello significa) satisface sus inquietudes interiores de construir adecuadamente la sociedad que le rodea. El hombre que es solidario coopera para erigir una comunidad de personas materializada en el bienestar del que se sabe rodeado de personas que "luchan sacrificadamente" por lograr la felicidad. Resumiendo: el hombre que ama, el solidario, procura que haya "paz y buenos alimentos" para todos los que le rodean.
Os dejo ya con Juan Pablo II. Los subrayados son míos. Espero vuestros comentarios.

La caridad, alma y apoyo de la solidaridad

41. El servicio a la sociedad se manifiesta y se realiza de modos diversos: desde los libres e informales hasta los institucionales, desde la ayuda ofrecida al individuo a la dirigida a grupos diversos y comunidades de personas.


(...). La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, que constituye el compromiso específico de los fieles laicos.


Con la caridad hacia el prójimo, los fieles laicos viven y manifiestan su participación en la realeza de Jesucristo, esto es, en el poder del Hijo del hombre que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10, 45). Ellos viven y manifiestan tal realeza del modo más simple, posible a todos y siempre, y a la vez del modo más engrandecedor, porque la caridad es el más alto don que el Espíritu ofrece para la edificación de la Iglesia (cfr. 1Co 13, 13) y para el bien de la humanidad. La caridad, en efecto, anima y sostiene una activa solidaridad, atenta a todas las necesidades del ser humano.


Tal caridad, ejercitada no sólo por las personas en singular sino también solidariamente por los grupos y comunidades, es y será siempre necesaria. (...).


El voluntariado, si se vive en su verdad de servicio desinteresado al bien de las personas, especialmente de las más necesitadas y las más olvidadas por los mismos servicios sociales, debe considerarse una importante manifestación de apostolado, en el que los fieles laicos, hombres y mujeres, desempeñan un papel de primera importancia.


En Barcelona, a 20 de octubre de 2008.

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