lunes, 13 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XVIII). La familia

De nuevo, otro fragmento de la exhortación apostólica Christifideles Laici de Juan Pablo II, dedicado a la célula esencial de la sociedad, la unidad mínima que la construye y la fundamenta..., sí: la familia. Tener claro que es en familia dónde las personas crecemos es clave para encauzar el feliz desarrollo de nuestra sociedad. Así pues, adoptar políticas que no favorezcan su genuina naturaleza es ir contra la familia misma, y consecuentemente contra cada una de las personas que conforman nuestra humana comunidad social. Este texto nos permitirá considerar la necesaria valía de la familia como "ladrillo" vertebrador de la sociedad. Los subrayados son míos, ¡espero vuestros comentarios!

La familia, primer campo en el compromiso social

40. La persona humana tiene una nativa y estructural dimensión social en cuanto que es llamada, desde lo más íntimo de sí, a la comunión con los demás y a la entrega a los demás (...). Y así, la sociedad, fruto y señal de la sociabilidad del hombre, revela su plena verdad en el ser una comunidad de personas.


Se da así una interdependencia y reciprocidad entre las personas y la sociedad: todo lo que se realiza en favor de la persona es también un servicio prestado a la sociedad, y todo lo que se realiza en favor de la sociedad acaba siendo en beneficio de la persona. Por eso, el trabajo apostólico de los fieles laicos en el orden temporal reviste siempre e inseparablemente el significado del servicio al individuo en su unicidad e irrepetibilidad, y del servicio a todos los hombres.


Ahora bien, la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia: (...) y esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión entre personas humanas. Jesús se ha preocupado de restituir al matrimonio su entera dignidad y a la familia su solidez (cf.r Mt 19, 3-9); y san Pablo ha mostrado la profunda relación del matrimonio con el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 22-6, 4; Col 3, 18-21; 1P 3, 1-7).


El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos. (...).


La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre «nace» y «crece». Se ha de reservar a esta comunidad una solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas totalitarias, y también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista, hacen cegar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia.


Urge, por tanto, una labor amplia, profunda y sistemática, sostenida no sólo por la cultura sino también por medios económicos e instrumentos legislativos, dirigida a asegurar a la familia su papel de lugar primario de «humanización» de la persona y de la sociedad.


El compromiso apostólico de los fieles laicos con la familia es ante todo el de convencer a la misma familia de su identidad de primer núcleo social de base y de su original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia participación en la vida social. De este modo, la familia podrá y deberá exigir a todos -comenzando por las autoridades públicas- el respeto a los derechos que, salvando la familia, salvan la misma sociedad.


Todo lo que está escrito en la Exhortación Familiaris consortio sobre la participación de la familia en el desarrollo de la sociedad y todo lo que la Santa Sede, a invitación del Sínodo de los Obispos de 1980, ha formulado con la «Carta de los Derechos de la Familia», representa un programa operativo, completo y orgánico para todos aquellos fieles laicos que, por distintos motivos, están implicados en la promoción de los valores y exigencias de la familia; (...).


Como demuestra la experiencia, la civilización y la cohesión de los pueblos depende sobre todo de la calidad humana de sus familias. Por eso, el compromiso apostólico orientado en favor de la familia adquiere un incomparable valor social. Por su parte, la Iglesia está profundamente convencida de ello, sabiendo perfectamente que «el futuro de la humanidad pasa a través de la familia».


En Barcelona, a 13 de octubre de 2008.

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