viernes, 31 de octubre de 2008

Don Juan Tenorio

























En el Teatro Español ha arraigado la sana costumbre de interpretar la obra de
José Zorrrilla (1817-93) Don Juan Tenorio (1844) en los escenarios de nuestra geografía nacional durante estos días cercanos a la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre). Este drama ambientado en la ciudad hispalense durante el siglo XVI cuenta la profunda y divina historia de amor entre Don Juan y Doña Inés. Merece mucho la pena leer esta obra e introducirse en ella, aunque permitirme la gentil osadía de invitaros a asistir a su representación, ¡os aseguro que disfrutaréis mucho!, siempre será mucho mejor y provocará vuestro solaz deleite. El teatro es un género para ser interpretado en directo, no para ser leído, aunque la mayoría de las ocasiones no quede más solución que leerlo. Os dejo algunos de sus versos del tercer acto de la segunda parte:

Don Juan:
¡Oh! Arrebatado el corazón me siento
por vértigo infernal... Mi alma perdida 10
va cruzando el desierto de la vida
cual hoja seca que arrebata el viento.
Dudo... temo... vacilo... en mi cabeza
siento arder un volcán... muevo la planta
sin voluntad, y humilla mi grandeza 15
un no sé qué de grande que me espanta.

(Un momento de pausa)

Jamás mi orgullo concibió que hubiere
Nada más que el valor... Que se aniquila
el alma con el cuerpo cuando muere
creí... mas hoy mi corazón vacila. (...).
Pero, ¡qué veo!

¡Falta de allí su estatua...! Sueño horrible,
déjame de una vez... ¡No, no te creo!

Sal; huye de mi mente fascinada,
fatídica ilusión... estás en vano 30
con pueriles asombros empeñada
en agotar mi aliento sobrehumano.
Si todo es ilusión, mentido sueño,
nadie me ha de aterrar con trampantojos;
si es realidad, querer es necio empeño 35
aplacar de los cielos los enojos.
No; sueño o realidad, del todo anhelo
vencerle o que me venza; y si piadoso
busca tal vez mi corazón el cielo,
que le busque más franco y generoso. (...).

¿Conque hay otra vida más 85
y otro mundo que el de aquí?
¿Conque es verdad, ¡ay de mí!,
lo que no creí jamás?
¡Fatal verdad que me hiela
la sangre en el corazón! 90
¡Verdad que mi perdición
solamente me revela! (...).

Tarde la luz de la fe
penetra en mi corazón,
pues crímenes mi razón
a su luz tan sólo ve.
Los ve... y con horrible afán, 125
porque al ver su multitud,
ve a Dios en su plenitud
de su ira contra don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui,
la razón atropellé, 130
la virtud escarnecí
y a la justicia burlé.

Y emponzoñé cuanto vi,
y a las cabañas bajé,
y a los palacios subí, 135

y los claustros escalé;
y pues tal mi vida fue,
no, no hay perdón para mí.
¡Mas ahí estáis todavía

(A los fantasmas)

Con quietud tan pertinaz! 140
Dejadme morir en paz
a solas con mi agonía. (...).

¡Aparta, piedra fingida!
Suelta, suéltame esa mano, 160
que aún queda el último grano
en el reloj de mi vida.
Suéltala, que si es verdad
que un punto de contrición
da a un alma la salvación 165
de toda una eternidad,
yo, santo Dios, creo en ti;
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita...
¡Señor, ten piedad de mí!

Doña Inés:
No; heme ya aquí,

don Juan; mi mano asegura
esta mano que a la altura
tendió tu contrito afán,
y Dios perdona a don Juan 175
al pie de mi sepultura.(...).

Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación. 190
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura,
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan 195
al pie de la sepultura.

En Barcelona, a 31 de octubre de 2008.

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