lunes, 3 de noviembre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XXI) El trabajo

Este lunes os presento un fragmento de la exhortación de Juan Pablo II Christifideles Laici relacionado con el trabajo y el papel central que juega éste dentro de la vida del hombre hasta el punto de santificarse en él y por él. Hay que saber que el trabajo bien hecho da gloria a Dios, beneficia plenamente a los que reciben los frutos de la jornada laboral, y produde el orgullo del trabajador, satisfecho por que su esfuerzo sea útil para el bien común. El hombre al poner "cuerpo y alma" en hacer eficaz y eficiente su trabajo sabe que así contribuye, gracias a sus conocimientos y habilidades, a la construcción de la sociedad en la que vive: un bien necesario en el que todos debemos colaborar. Aunque también es verdad que es tarea de los empresarios "dar" trabajo y la nuestra el estar preparados para desempeñarlo (pero esto ya lo podremos reflexionar en otro post). Las negritas son mías. Espero vuestros comentarios.

Situar al hombre en el centro de la vida económico-social

43. El servicio a la sociedad por parte de los fieles laicos encuentra su momento esencial en la cuestión económico-social, que tiene por clave la organización del trabajo.


La gravedad actual de los problemas que implica tal cuestión, considerada bajo el punto de vista del desarrollo y según la solución propuesta por la doctrina social de la Iglesia, ha sido recordada recientemente en la Encíclica Sollicitudo rei socialis [1987], a la que remito encarecidamente a todos, especialmente a los fieles laicos.


Entre los baluartes de la doctrina social de la Iglesia está el principio de la destinación universal de los bienes. Los bienes de la tierra se ofrecen, en el designio divino, a todos los hombres y a cada hombre como medio para el desarrollo de una vida auténticamente humana. Al servicio de esta destinación se encuentra la propiedad privada, que -precisamente por esto- posee una intrínseca función social. Concretamente el trabajo del hombre y de la mujer representa el instrumento más común e inmediato para el desarrollo de la vida económica, instrumento, que, al mismo tiempo, constituye un derecho y un deber de cada hombre. (...).


En el contexto de las perturbadoras transformaciones que hoy se dan en el mundo de la economía y del trabajo, los fieles laicos han de comprometerse, en primera fila, a resolver los gravísimos problemas de la creciente desocupación, a pelear por la más tempestiva superación de numerosas injusticias provenientes de deformadas organizaciones del trabajo, a convertir el lugar de trabajo en una comunidad de personas respetadas en su subjetividad y en su derecho a la participación, a desarrollar nuevas formas de solidaridad entre quienes participan en el trabajo común, a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial y a revisar los sistemas de comercio, de financiación y de intercambios tecnológicos.


Con ese fin, los fieles laicos han de cumplir su trabajo con competencia profesional, con honestidad humana, con espíritu cristiano, como camino de la propia santificación, según la explícita invitación del Concilio: «Con el trabajo, el hombre provee ordinariamente a la propia vida y a la de sus familiares; se une a sus hermanos los hombres y les hace un servicio; puede practicar la verdadera caridad y cooperar con la propia actividad al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dió al trabajo una dignidad sobreeminente, laborando con sus propias manos en Nazaret». (...).


En Barcelona, a 3 de noviembre de 2008.

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