lunes, 9 de febrero de 2009

Christifideles laici. JPII (XXV): Formarse para sí y para todos

Este lunes os ofrezco otro momento para reflexionar sobre nuestra formación desde las enseñanzas que Juan Pablo II, de feliz memoria, nos presenta en la exhortación apostólica Christifideles laici (1988). En estas líneas se nos interpela, ¿la formación es un privilegio para unos pocos o, por contra, es un derecho para todos? ¿Todos necesitamos formarnos? ¿Hasta donde debe llegar tu itinerario educativo y formativo? ¿Te basta con obtener un título que aparentemente demuestra unos conocimientos o ese diploma debe avalar tu horas y horas de reflexión sobre unos conocimientos y tu madurez personal?


La formación recibida y dada recíprocamente por todos

63. La formación no es el privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos. Al respecto, (...) [se ha dicho]: «Se ofrezca a todos la posibilidad de la formación, sobre todo a los pobres, los cuales pueden ser -ellos mismos- fuente de formación para todos», y han añadido: «Para la formación empléense medios adecuados que ayuden a cada uno a realizar la plena vocación humana y cristiana».


Para que se dé una pastoral verdaderamente incisiva y eficaz hay que desarrollar la formación de los formadores, poniendo en funcionamiento los cursos oportunos o escuelas para tal fin. Formar a los que, a su vez, deberán empeñarse en la formación de los fieles laicos, constituye una exigencia primaria para asegurar la formación general y capilar de todos los fieles laicos.


En la labor formativa se deberá reservar una atención especial a la cultura local, (...): «La formación de los cristianos tendrá máximamente en cuenta la cultura humana del lugar, que contribuye a la misma formación, y que ayudará a juzgar tanto el valor que se encierra en la cultura tradicional, como aquel otro propuesto en la cultura moderna. (...). Algunas convicciones se revelan especialmente necesarias y fecundas en la labor formativa. (...)».


Además está la convicción de que cada uno de nosotros es el término y a la vez el principio de la formación. Cuanto más nos formamos, más sentimos la exigencia de proseguir y profundizar tal formación; como también cuanto más somos formados, más nos hacemos capaces de formar a los demás.


Es de particular importancia la conciencia de que la labor formativa, al tiempo que recurre inteligentemente a los medios y métodos de las ciencias humanas, es tanto más eficaz cuanto más se deja llevar por la acción de Dios: sólo el sarmiento que no teme dejarse podar por el viñador, da más fruto para sí y para los demás.


En Barcelona, a 9 de febrero de 2009

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