jueves, 19 de marzo de 2009

Evangelium vitae. JPII (VIII): esperanza en la defensa de la Vida

Este jueves os presento otro fragmento de la encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II (1995), que como sabes reflexiona sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, tema de rabiosísima actualidad y que no podemos dejar pasar por alto.
La Vida es lo más esencial que cada uno de nosotros, tú y yo, tenemos. Y nos estamos "permitiendo" el lujo de caer en la tentación hasta llegar al absurdo de legislar y actuar en contra de la Vida, qué es lo más nuclear y lo más importante que cada hombre posee. Sin Vida no podríamos realizar nada, ni siquiera atacarla tan descaradamente como hoy. A pesar de todo, siempre queda la esperanza en el sentido común para que asesore nuestro entendimiento, ya que éste es el que dirige nuestra voluntad; frente al gran número de las cambiantes sensaciones que nos rodean a diarios y que "justifican" nuestros caprichos y nublan nuestro entendimiento, destinándonos, así, al error. Las negritas son mías. ¡Espero tus comentarios! ¡Felicidades para todos los padres!

«Os habéis acercado a la sangre de la aspersión» (cfr. Hb 12, 22.24): signos de esperanza y llamada al compromiso

25. «Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo» (Gn 4, 10). No es sólo la sangre de Abel, (...) la sangre de todo hombre asesinado después de Abel es un clamor que se eleva al Señor. De una forma absolutamente única, clama a Dios la sangre de Cristo, de quien Abel en su inocencia es figura profética (...). Es la sangre de la aspersión. (...). Esta sangre, que brota del costado abierto de Cristo en la cruz, «habla mejor que la de Abel»; en efecto, expresa y exige una «justicia» más profunda, pero sobre todo implora misericordia, se hace ante el Padre intercesora por los hermanos, es fuente de redención perfecta y don de vida nueva
(Cfr. Hb 12, 22.24)

La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida (cfr. 1P 1, 18-19). Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn 13, 1), el creyente aprende a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre (...). Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en el don sincero de sí mismo. Precisamente porque se derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza de vida para todos. (...).

Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta certeza de que según el designio divino la vida vencerá. (...) «La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1Co 15, 55).

26. En realidad, no faltan signos que anticipan esta victoria en nuestras sociedades y culturas, a pesar de estar fuertemente marcadas por la «cultura de la muerte». (...).

Son todavía muchos los esposos que, con generosa responsabilidad, saben acoger a los hijos como «el don más excelente del matrimonio». No faltan familias que, además de su servicio cotidiano a la vida, acogen a niños abandonados, a muchachos y jóvenes en dificultad, a personas minusválidas, a ancianos solos. No pocos centros de ayuda a la vida, o instituciones análogas, están promovidos por personas y grupos que, con admirable dedicación y sacrificio, ofrecen un apoyo moral y material a madres en dificultad, tentadas de recurrir al aborto. También surgen y se difunden grupos de voluntarios dedicados a dar hospitalidad a quienes no tienen familia, se encuentran en condiciones de particular penuria o tienen necesidad de hallar un ambiente educativo que les ayude a superar comportamientos destructivos y a recuperar el sentido de la vida.

La medicina, impulsada con gran dedicación por investigadores y profesionales, persiste en su empeño por encontrar remedios cada vez más eficaces: resultados que hace un tiempo eran del todo impensables y capaces de abrir prometedoras perspectivas se obtienen hoy para la vida naciente, para las personas que sufren y los enfermos en fase aguda o terminal. (...).

27. Frente a legislaciones que han permitido el aborto y a tentativas, surgidas aquí y allá, de legalizar la eutanasia, han aparecido en todo el mundo movimientos e iniciativas de sensibilización social en favor de la vida. Cuando, conforme a su auténtica inspiración, actúan con determinada firmeza pero sin recurrir a la violencia, estos movimientos favorecen una toma de conciencia más difundida y profunda del valor de la vida, solicitando y realizando un compromiso más decisivo por su defensa. (...).

28. Este horizonte de luces y sombras debe hacernos a todos plenamente conscientes de que estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la «cultura de la muerte» y la «cultura de la vida». Estamos no sólo «ante», sino necesariamente «en medio» de este conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida. (...).
«Yo te prescribo hoy que ames al Señor tu Dios, que sigas sus caminos y guardes sus mandamientos, preceptos y normas (...). Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida, así como la prolongación de tus días» (Dt 30, 16.19-20). (...).
En Santander, celebrando la Solemnidad de san José a 19 de marzo de 2009.

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