miércoles, 12 de marzo de 2008

Dios también llora. "A las víctimas del 11-M".

Dios también llora. "A las víctimas del 11-M". Así titulé la reflexión que escribí, y que hoy recupero para la memoria, nada más llegar a mi escritorio de Madrid tras la ingente manifestación que abarrotó las calles de la villa y corte durante la tarde-noche de ese 12 de marzo de 2004, a pesar de la insistente lluvia en protesta por el atentado de Madrid del 11-M.

Como hace 4 años, seguimos llorando a las víctimas, seguimos llorando porque aún no nos hemos recuperado del punch con que nos golperaron, y parece que no se quiere dejar de llorar para no afrontar el reto que la realidad social nos demanda, a saber: vencer toda forma de terrorismo. Como hace 4 años, hoy Dios también "llora":

"La ciudad de Madrid está sumida en la mayor de las indignaciones. Somos conscientes de que asesinos han matado deliberadamente a personas, como tú y yo, inocentes. ¡La más obscura de las tristezas nos inunda! Miles de personas, como tú y yo, hemos sido víctimas del más grave delito que un hombre puede cometer durante su existencia, a saber: quitar la vida a alguien como él, olvidando su propia dignidad, y realizar, con sangre helada y sin que le tiemble el pulso, aquello que su fanatismo e idealismo le ordena. ¡Cientos de personas muertas! -es escalofriante leer “cientos de personas muertas”, ¿verdad?-. Ya ha ocurrido. No tenemos el poder de devolver la vida a aquellos que han fallecido. ¡Qué coraje! ¿Quién nos los va a devolver? ¿A quién hay que apelar para gritar: ¡JUSTICIA!?

Ha comenzado a llover. Cada vez con más fuerza. ¿Acaso el cielo también llora? Sabemos que Dios se une a cada alma en un amoroso abrazo de bienvenida. Y hoy, Él mismo, gimiendo con gran dolor, llora por las víctimas, a las que le dio la vida el día de su concepción, y que por medio de la Cruz les concedió la vida eterna. Jesucristo mismo derramó toda su sangre para regalarnos la Salvación una vez vencida a la muerte. Las gotas de agua que caen hoy sobre la villa y corte de Madrid parecen expresan el deseo divino de querer limpiar la sangre que ayer corrió inocentemente en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Esta persistente y constante lluvia me invita a recordar la necesidad de pedir perdón por mis pecados. Pues si Dios mismo deja caer sus “lágrimas” por tan grave acontecimiento, ¿qué no hemos de hacer nosotros “imagen y semejanza” de Dios Trino?


Aparentemente no hay agua que pueda limpiar la gravedad de este atentado. No hay ofrenda humana ni sacrificio que repare las consecuencias de esta violenta sinrazón. Las primeras reacciones, humanas todas ellas, son las de odio, rabia, impotencia, venganza, etc. Realmente, es muy difícil no pedir desde lo más profundo de nuestros corazones que estas personas asesinas —¡son personas a pesar de todo!— sean juzgadas con todo el peso de la Justicia y castigadas con la dureza que se merecen.


Sin embargo, la Justicia y el castigo no son incompatibles con el perdón. A esas personas asesinas hay que juzgarlas por sus actos humanos, esto no tiene duda alguna. Pero Jesús nos enseña que existe el perdón. Son hombres limitados y pecadores como nosotros, ¡prueba de ello es este brutal y macabro atentado! Recordemos que Jesús también perdona nuestras debilidades y miserias. No olvidemos sus palabras de la oración que él mismo recitó: “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. ¿No vamos a perdonar cristianamente a esos asesinos? Insisto, para que quede bien claro, el perdón no es incompatible con que sean juzgados y condenados por sus actos. Precisamente porque les perdonamos, por su bien, y por el de toda la sociedad, pedimos, es más, exigimos que los Tribunales les impongan la pena necesaria que “conmute” la gravedad de sus actos.


Todos estamos afectados por este atentado. Nos tiene que doler que personas, como tú y yo, han sido asesinadas sin ningún motivo, ¡podríamos haber sido o tú o yo! Pero, principalmente las que están sufriendo inefablemente son los familiares directos de las víctimas. Solo nos queda darles nuestro total apoyo, afecto y consuelo. Que el agua de esta lluvia que nos está cayendo durante la millonaria manifestación madrileña nos recuerde, con la mayor de las esperanzas, lo que Dios promete al renacer por medio del Bautismo: ¡Incorporamos a la vida gracias a la Resurrección de Jesucristo!".


Madrid/Santander, a 12 de marzo de 2004/2008.

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