martes, 25 de marzo de 2008

El Principe y el Rey

El Principe y el Rey. Este es el titulo del libro de J. García Abad (Punto Prensa, 2008) en el que se publican diez cartas que el Rey envió al Príncipe durante su estancia canadiense en donde cursó el bachillerato (1984/85). Estas cartas sin duda poseen un altísimo valor político e histórico. No tanto por la importancia que siempre desprende la correspondencia real como por las humanas recomendaciones, que el monarca dirige al heredero, para el servicio que la Monarquía debe ofrecer al pueblo.

El espíritu de enseñanza de estas cartas reales me han recordado aquel que Nicolás Maquiavelo acumuló en su obra El Príncipe, dedicada a Lorenzo de Médici, y encarnada plenamente en Fernando el Católico.

En esta obra del Renacimiento italiano encontramos una motivación similar que la que posee don Juan Carlos para mostrar a don Felipe las virtudes del buen gobernante por medio de estas cartas reales. El interés que el Rey demuestra por el Príncipe para enseñarle los "secretos" para el desempeño de su "alto destino" al servicio de los españoles, con la complicidad propia con la que un padre se dirige a su hijo, nos permite poner en los labios de Su Majestad estas palabras de la introducción de la obra de Maquiavelo: "(...) no he encontrado entre todas mis pertenencias cosa alguna que considere más valiosa o estime tanto como el conocimientos de las acciones de los grandes hombres, aprendida mediante una larga experiencia de las cosas modernas y una continuada lectura de las antiguas".

Quisiera rescatar algunos pasajes de estas cartas reales que el Rey dirige al Príncipe, para nuestro solaz deleite porque constituyen "pequeñas lecciones reales" para toda persona que tenga algún tipo de potestas y que quiera adquirir auctoritas para un buen servicio a la sociedad de acuerdo con la responsabilidad propia de su compromiso con la misma. ¡Allá van!:

Ser humilde: "Hay que haber carecido de lo imprescindible para apreciar lo que es tener de lo más necesario. Y tú debes comprenderlo puesto que siempre has tenido la suerte de que no te falte de nada". El buen gobernante debe considerar los sufrimientos personales que conlleva la falta de los medios materiales para disponer de un mínimo de bienestar.

Perdonar en los malos momentos nos permiten madurar: "De mí puedo decirte que he tenido en mi vida momentos muy delicados, (...). Pero precisamente esas circunstancias de prueba, que hay que soportar con la sonrisa en los labios, devolviendo amabilidades por groserías y perdonando para ser perdonado, me han permitido madurar (...)".

Aprender a escuchar: "Hay que aprender a escuchar mucho, a escuchar con atención, (...); pero también a hablar con medida, de manera discreta, con amabilidad y buen tono, con sencillez y sentido del humor. Saber callar es tan difícil como saber hablar".

Ser ejemplar: "Tienes que ser ejemplar y acertar a establecer la graduación necesaria para que tu simpatía no caiga en excesiva confianza; (...). Piensa que te juzgarán todos de una manera especial y por eso has de mostrarte natural, pero no vulgar; culto y enterado de los problemas, pero no pedante ni presumido".

Hablar en su justa medida: "Tienes, pues, que ir acostumbrándote al término medio, a decidir acertadamente cuando puede hablar y cuando debes callarte, y a matizar, en el caso de que juzgues oportuno decir algo, el contenido de tus declaraciones".

Mirar a personas: "Acostúmbrate a mirar siempre cara a cara a las personas, fijando tus ojos en los suyos, prestándoles atención y demostrando interés por su presencia, por lo que digan, por lo que hagan. (...). No mires nunca como si no vieras a la persona que tienes frente a ti (...); si juzgas que alguien por ser inferior, no merece ser saludado, piensa que eres tú, al comportarte así, quien está poniendo de manifiesto una inferioridad".

Reconocer los defectos: "No es que yo pretenda ser para ti un ejemplo perfecto, porque el que piensa que lo es, ya ha perdido su perfección por culpa del orgullo y de la vanagloria".

Ser austero: "No abuses nunca de lo que el país pone a tu disposición y piensa que eres un caso excepcional y que has de agradecer también excepcionalmente lo que se te proporciona. Utilízalo con modestia y sin ostentación".

Conocer la Historia: "Aficiónate al conocimiento de la Historia, (...), para obtener de ella las lecciones y experiencias que te van a ser de tanta utilidad. Interésate por la biografía de tus antepasados y de los grandes hombres para deducir sus cualidades positivas y negativas. Sigue las primeras y huye de las segundas, porque todo tu afán e interés ha de centrarse en desempeñar dignamente el papel y la misión que te corresponden". Esta última recomendación que quiero recuperar para nuestra memoria es una excelente muestra de la importancia del conocimiento de la Historia y de las Humanidades en general, tan denostadas y despreciadas en nuestro actual sistema (¿?) educativo. Espero que el nuevo Ministro de Educación (o Ministra, no vaya a ser que se sienta ofendida por no ser políticamente correcto) tome buena nota de este "consejo real" y se aplique en reformar la ley educativa fomentando el aprendizaje de las ciencias históricas y humanísticas, porque, como afirma Marcelino Menéndez y Pelayo, "quién no conoce su Historia está condenado a repetir los errores del pasado".

En Santander, a 25 de marzo de 2008

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