Dentro de la mesa Un visión cristiana de la Universidad presento
la comunicación titulada Decídete a ser
Universidad. Una reflexión desde el magisterio filosófico de Leonardo Polo.
Sirvan estas breves líneas como modesto recuerdo del maestro de maestros Leonardo Polo Barrena (Madrid, 1919 - Pamplona, 2013): un convencido universitario que entregó toda su
vida a la Universidad: catedrático de Historia
de la Filosofía de la Universidad de Granada en 1952, marchando dos años después a la Universidad de Navarra para ser allí su primer profesor de Fundamentos de Filosofía, ejerciendo
de manera ininterrumpida en su Facultad de Filosofía y Letras, de la cual
fue el responsable de erigirla y ponerla en funcionamiento con decidido empeño.
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Leonardo Polo Barrena. |
La amplia producción bibliográfica de este prolífico filósofo merece catalogarse sin discusión como una de
las mayores empresas intelectuales de la segunda mitad del siglo XX.
A continuación, quiero ofrecerte una síntesis de mi exposición en este Congreso:
"Los principales rankings mundiales
especializados en educación universitaria no incluyen a ningún centro
universitario de España entre los primeros del mundo. Permitiéndonos inferir
que la Universidad en nuestro país no alcanza la excelencia académica con
suficiente idoneidad y que, por consiguiente, atraviesa por un momento de
crisis, a pesar de los continuos esfuerzos realizados por las autoridades
universitarias frecuentemente encorsetados por una interminable burocracia.
Asimismo, no se nos oculta que este escenario
resulta una consecuencia más de la seria crisis social e institucional que
adolece nuestra época contemporánea, y que a su vez responde a una crisis aún más
profunda, a saber: el progresivo olvido del valor de la persona y el desprecio
de la dignidad de su ser.
A propósito de este asunto rescato algunas reflexiones
del perenne magisterio del filósofo Leonardo
Polo Barrena.
Resulta importante no olvidar que uno
de los principios que fundamentan nuestra civilización occidental es la
inclinación natural de la persona por buscar la verdad. Buscar la verdad es una
actividad valiosa
por sí misma, por lo que explica el que una persona se pueda sentir llamada a dedicarle
completamente su vida.
Esta
particular vocación ha sido asumida enteramente por la civilización cristiana, hasta
el punto de institucionalizarla socialmente durante el siglo XIII al promover
la creación de la Universidad. De esta manera la búsqueda de la verdad, ejecutada
desde el ámbito universitario, se erige como un factor esencial de la
trayectoria del Cristianismo dentro de la Historia de la Humanidad, que ha
posibilitado además el desarrollo formal del conocimiento científico, tanto
experimental como humanístico. Sin búsqueda de la verdad, sin Universidad, sin
investigación científica, Occidente es incomprensible.
Todos
los conocimientos en la Universidad, en rigor, se encuentran interconectados al
modo del clásico “árbol del saber o de las ciencias” (las raíces son los
saberes fundamentales, el tronco: los sustentantes, y las ramas: las múltiples
especialidades). Sin embargo, la unidad de este “árbol” va rompiéndose a medida
que los saberes absolutizan su emancipación académica, especialmente
manifestada a través de posturas que únicamente consideran útiles a las
ciencias experimentales mientras que totalmente prescinden de las ciencias
humanas.
Estos
planteamientos dificultan gravemente el crecimiento personal del ser humano y el
progreso de la sociedad. “¿Cómo dirigir
la marcha de la historia ‒se pregunta Polo‒
sólo con las ciencias de la naturaleza?
Estamos haciendo una sociedad sin saber quiénes somos y, por tanto, estamos
haciendo una sociedad sin saber para quién. Pretender dirigir la historia con
esa ignorancia es un disparate”. La consecuencia inmediata de este
reduccionismo en el ámbito académico es la pérdida de interdisciplinariedad
entre ciencias, despreciándose así el carácter vertebrador del conocimiento
humano ejercido por la Universidad. Precisamente esta falta de unidad resulta uno
de los principales motivos que ha arrastrado a la actividad universitaria a su
actual estado de crisis, provocando su transformación en lo que Polo llama una “pluriversidad”.
A
la Filosofía y a su amorosa intencionalidad de buscar la verdad el profesor Polo encomienda la tarea de restaurar
la unidad perdida del “árbol de las ciencias” ‒en donde
metafóricamente se contiene el saber
superior cultivado por la Universidad‒ y la de recuperar la inicial
interdisciplinariedad entre los saberes.
El bien objetivo con el que la Universidad
enriquece a la humanidad es el saber
superior: “la cumbre del saber heredado”, que es resultado de una “larga
y fecunda acumulación del saber logrado a lo largo de la historia”, y que “nunca está terminado”. Polo asigna a la Universidad una función
directora sobre la vida de la persona y de la sociedad: el acceso a los saberes
universitarios está totalmente justificado, pues por medio de él con mayor
facilidad se podrá “evitar que la
sociedad se estropee y acabe siendo ingobernable”.
Además,
a la Universidad le corresponde la genuina misión de desarrollar
prioritariamente el saber superior,
esto es: continuar buscando la verdad e incrementar los saberes humanos
(investigación), y luego tras esta primera tarea, también la de enseñarla
(trasmisión) y la de extenderla a la sociedad (extensión universitaria). Conviene
puntualizar que la labor de la Universidad no se limita a una cuestión de
enseñanza: sería una pretensión estéril relegar la actividad universitaria a ser
únicamente la cúspide del itinerario de una educación reglada.
Tras el convencimiento universitario que busca verdades
existe una ética, que no admite la mentira en la propia vida de la persona. Recordando
el versículo evangélico: “la verdad, os
hará libres” (Jn 8, 32), Polo afirma que “la Universidad cumple su gran tarea para con la sociedad, formando
hombres útiles, cuya utilidad se puede medir, sobre todo, en términos de
verdad”. No hay que despistarse: la búsqueda de la verdad es el fin
primario de la Universidad: Sin búsqueda
de verdades superiores, no hay Universidad.
La Universidad necesita enseñar a sus alumnos a “ser
universitario”, pues quien realmente sabe lo qué es ser universitario ése hace
Universidad, tanto en el propio centro universitario como fuera de él. Todo
alumno durante su paso por la universidad debiera experimentar cómo la
Universidad efectivamente pasa por él. Éste es el objetivo que se ha de
perseguir: prepararse para ser universitario “de por vida”.
“Ser universitario” es aprender a pensar, adquirir
criterios propios, emplear la propia libertad responsablemente, saber tomar
decisiones. “Ser universitario” se caracteriza por “estar en el extremo del saber”, y para lograrlo se ha de estudiar “sin parar, estudiando hasta que uno se
muera”. “Ser universitario” requiere de “una
gran paciencia” para no caer en el pesimismo ni en la desilusión, porque se
trata “de dedicarse de por vida a la
Universidad”, de entregarse a la búsqueda de la verdad.
Concluyendo. La superación de la crisis de la Universidad
pasa por recuperar prioritariamente la unidad de sus saberes desde su misión de
buscar la verdad, y por inocular eficientemente entre sus alumnos el “espíritu universitario”.
Revertir esta situación se encuentra en cada uno de nosotros. Leonardo Polo recomienda: “no te limites a aprovecharte de la
universidad; decídete a serla tú mismo”, así que sin demora te invito:
¡decídete a ser Universidad!".
Una versión completa de la comunicación aparecerá publicada en las actas de este XVIII Congreso Católicos y Vida Pública. Si tienes interés escríbeme y te la enviaré. Y, por supuesto, acepto con sumo gusto tus valoraciones.
En la Universidad CEU San Pablo de Madrid, a 11 de noviembre de 2016.