Esta tarde he tenido el honor de ingresar en el Ateneo literario, artístico y científico de Cádiz, el segundo con más solera de España (1858). El acto, exquisitamente académico, contó con la asistencia de su presidente don Ignacio Moreno y se formalizó con una conferencia de ingreso que para la ocasión he querido dedicar a Marcelino Menéndez Pelayo bajo el título: Influencias del legado de Menéndez Pelayo en la cultura española del siglo XX. Os incluyo algunas de las ideas que se desprendieron durante mi intervención, aunque podrá leerse en el próximo número de la revista que edita esta institución. Ya sabes que agradezco tus comentarios.
Conocer
qué es España y quiénes somos los españoles pasa necesariamente por familiarizarse
efectivamente con nuestra cultura, incrementada a lo largo de los siglos
gracias al genio de nuestra particular percepción de la realidad y a nuestro
característico estilo de vida. El camino al que la vida cultural nos invita,
nos acerca a la verdad. Las personas, en su anhelo de felicidad, buscan también
la verdad, a la que nos acercaremos si nutrimos nuestros espíritus de cultura,
la cual se manifiesta en todo tipo de conocimiento vulgar, científico
experimental, filosófico y religioso. Así, cada una de todas las personas están
inclinadas a aprehender todo tipo de cultura humana, y, si cabe, con mayor
predilección –dada nuestra ciudadanía española–, aquella que se refiera a
nuestro país, España.
Nuestra
historia reciente encuentra en Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-1912)
un perfecto ejemplo de buscador infatigable de conocimientos, de cultura, de
verdad. Por lo que estudiar sus obras otorga una privilegiada formación y una
enjundiosa interpretación de nuestra rica diversidad cultural y, a través de
ella, del ser de España, el cual para el polígrafo santanderino solo puede ser
explicado plenamente desde la relevancia adquirida por la fe católica a lo
largo de nuestra Historia. Por otro lado, nuestra propia cultura hispana resulta
enriquecida e influida por la profundidad del magisterio de don Marcelino,
motivo por lo que su legado intelectual no puede dejar de ser estudiado, especialmente por nuestras elites intelectuales. Sin
embargo, nuestro tiempo presente es testigo de cómo sus obras no acaban de
valorarse definitivamente; su olvido debería ser tildado de gravísimo “pecado”
académico que, paradójicamente, se ampara en el desconocimiento de la
abundancia de sus enseñanzas.
El
diario más influyente de España durante del primer tercio del siglo XX, El Debate, empleó sin tapujos el
pensamiento de Menéndez Pelayo, quién encontrará en su director, Ángel Herrera
Oria (Santander, 1886-Madrid, 1968), un digno sucesor en lo que se refiere a la
defensa de los principios cristianos, fundamentos sociales del ser de España; defensa
que Herrera Oria articuló, tanto a nivel intelectual como en el terreno de lo
práctico, desde la actual Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) de la
que fue su primer presidente. La orientación y los criterios adoptados por Ángel Herrera en su uso del legado de don Marcelino resultan paradigmáticos, gracias a
la influencia que el magisterio del polígrafo montañés alcanzó en los ámbitos
social y cultural, y que este periódico de tirada nacional extendió
precisamente para conservarla.
La
admiración de Herrera por don Marcelino es manifiesta y marcó claramente
su respeto por él en la línea editorial de El
Debate. Sus ideas siempre aparecen como doctrina segura para los lectores
de este periódico. Los mejores ejemplos los encontramos en los editoriales que
emplean la autoridad del polígrafo para fortalecer la argumentación ideológica
del periódico y del mensaje que se quiere comunicar. Las noticias de El Debate sobre don Marcelino son
generalmente elaboradas por sus redactores, pero existen múltiples artículos
rubricados por autoridades de la vida cultural española ajenas al periódico,
que quisieron emplear esta plataforma de comunicación de total influencia
nacional, para dar a conocer sus reflexiones sobre el polígrafo.
Así, frente al letargo al que algunos tácitamente someten a la obra de
Menéndez Pelayo, otros mantienen perenne la memoria del polígrafo santanderino,
ayudando así a conservar la influencia que su legado alcanza en la cultura
española. Uno de sus pioneros, y así hemos de reconocerlo fue Ángel Herrera
Oria a través del diario El Debate.
La memoria de don Marcelino sigue viva gracias a la dedicación que actualmente
desarrollan, entre otros, la
Real Sociedad Menéndez Pelayo y la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander : “la Meca ”
de todo hispanista. Aunque todavía queda mucho por hacer.
En la Tacita de Plata, imbuido de las puras esencias del "tipismo gaditano", a 29 de enero de 2015.
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